domingo, 3 de noviembre de 2013

20 de Abril de 1.884: el recuerdo al sabio profesor Don Narciso Hebrard y el dulce embeleso hacia su hija Matilde. Por Francisco Carrasco de la Sagra. II

Gabriel Carrasco Hurtado


Portada del manuscrito “Apuntes biográficos de
D. Narciso Hebrar y Fernández, individuo del ilustre Colegio
de farmacéuticos de Madrid” por Francisco Carrasco y Sagra
en 1.884. © Real Academia Nacional de Farmacia.
               


Biblioteca de la Real Academia Nacional de Farmacia de
Madrid donde se guardan los apuntes biográficos.
© Real Academia Nacional de Farmacia.

Don Francisco, su pasión y ejercicio político en el republicanismo de Pi y Margall, el estudio metódico de su profesión de farmacéutico, su conciencia social, su tertulia en la rebotica de su oficina de farmacia de Trebujena en la Provincia de Cádiz, el amor a sus hermanos…
Hoy traemos otro fragmento trascrito de esa Biografía del que fuera su maestro y ejemplo vital, además de padre político (padre de su primera esposa, Matilde Hebrard Maestre): Don Narciso Hebrad y Fernández (natural de Valdemoro, provincia de Madrid y farmacéutico de Las Navas de San Juan tras exiliarse con la caída de Isabel II).
Entrelineas, en la descripción de Don Narciso, podemos encontrarnos con verdaderas reflexiones éticas que nos acercan a Don Francisco Carrasco como observador moral del Hombre.
…/… Siento que la circunstancia de mi parentesco con el finado no me consienta hablar de su vida tan desproporcionadamente como yo deseara, y exige la mas severa imparcialidad; mas, no temáis señores colegiales, que le tribute elogios inmerecidos, ni haya ninguno de vosotros que por interesado y sospechoso me recuse.
Profesores como el Sr. Hebrar no serán nunca bastante ponderados, ni por los mismos que muevan la pluma al irresistible impulso de la pasión mas ciega y que, influidos por el cariño mas acendrado, practiquen con habilidad los mas refinados hábitos de la adulación y la lisonja.
Estad seguros de que mis alabanzas no serán injustas, porque ni es verdad que el Sr. Hebrar no llego a ser eminencia, ni a aupar puestos altos y distinguidos, que es lo que da mas renombre, cúlpose a su desgracia y a su modestia juntamente, pero en su parte principal a esta última, puesto que yo no le conocí otras aspiraciones que las de vivir en paz y honradamente con su querida familia, ejerciendo su nobilísima profesión  retirado de las miserias mundanales. Tenia, sin embargo, grandes facultades y se le presentaron ocasiones en que pudo llegar a buena altura para relucir entre la pleyade brillante de sabio profesores que han dirigido el movimiento científico de nuestra época en España, de cuyo comienzo debió formar parte, colocado en un sitio de preferencia que su rara inteligencia y sus profundos conocimientos le hubieran conquistado bien pronto, si un lamentable error de diagnostico, que luego explicaremos, y las genialidades pueriles, propias de la edad de las ilusiones, pero siempre perjudiciales en hombre que para el estudio nacen y que al estudio se deben no le condujeran a rehusar el alto honor que quiso dispensarle, como a su mas predilecto discípulo, su ilustre maestro D. Nemesio Zollana?, de feliz recordación, y después para ocupar una vacante en el profesorado.
El Sr. Hebrar era un astro luminoso destinado a inundar con sus rayos esplendentes atmósferas mas amplias que la de una triste oficina farmacéutica, si la causa antes aludida y la sorda tempestad de sus pasiones volcánicas no le hubieran eclipsado en sus primeros albores. Y si después su incomprensible y hasta censurable modestia no le encerrara en el mas pernicioso retraimiento, del que solo salio de tarde en tarde, espoleado por algunos amigos, para reverberar en la prensa profesional los encientes destellos de su entendimiento ¿ , aun hubiera podido ser dios de esplendor a la farmacia patria y llenar paginas brillantes de su historia. Es decir, que el Sr. Hebrar fue un sabio que vivió oscurecido en su oficina, y que por la ligereza de su médico, según luego se verá, y por su carácter vehemente amoroso en su juventud, y en edad mas madura por las contrariedades, pero principalmente que por todo por su humilde modestia, en el innata, se condeno puniblemente al ostracismo del silencio y de la indiferencia, de lo que, por causas que no es este el caso de …/…