Gabriel CARRASCO HURTADO
Don Pedro de Alcántara Téllez-Girón y Pimentel, hijo
menor de Pedro de
Alcántara Téllez-Girón, IX duque
de Osuna y María Josefa Pimentel y Téllez-Girón. En el cuadro, todavía niño
está sentado sobre un cojín a los pies de su madre.
Por Goya, 1.788
Conozcamos
hoy, un poco, el discurrir de esa grandiosa tierra que son Los Robledos,
heredades emblemáticas en el sur del termino de Santisteban del Puerto al
noreste del Reino
de Jaén y uno de los espacios protagonistas de nuestra
Crónica.
Conocer estos pormenores es casi descifrar, en cierto modo,
la Estructura
económica de lo que son y fueron las actividades
económicas y agrarias en el valle del Guadalquivir, tal como quedaron a partir
de la llamada Reconquista por parte de los Reinos de Castilla y León, a partir
de Fernando
III y su hijo Alfonso X.
Citamos y recurrimos para ello a Don Juan Soto Climent que
en su faceta de escritor nos ha hecho llegar, tan noble y generosamente, su
preciosa obra literaria “La Arquilla del Ministro”; nos ralata,
Don Juan, los compases de lo que fue el paso de la propiedad de la Casa de
Jabalquinto al que fuera Ministro de la Corona, Don Antonio Benavides y
Fernández Navarrete, conocido en Villacarrillo como
el Ministro Benavides.
A este Señor, Don Juan Soto Climent, Caballero en
todos los sentidos: testimonio vivo del siglo XX español; erudito historiador;
hombre serio y sentido, al que servidores nos gustaría ser y como a su querido
padre, en cierta ocasión, asistir y hasta el pan de nuestra mesa quitarnos, debemos
estas reseñas, recuerdos y vivencias de Los Robledos.
Los Robledos,
podemos estar hablando de entre las 1.500 Fanegas del Catastro de 1.752,
mandado por Ensenada y
las 3.000 Fanegas de otro Catastro de 1.818. Ocupan los márgenes de
lo que antes era la Vereda de Las Navas que trascurría entre
Villacarrillo, el Vado de Torralba, La Cañada, ya en el término de
Navas y Las
Navas de San Juan.
Esta
magnífica posesión perteneció a los Jabalquinto desde siglos, concretamente
desde el siglo XVI, y podríamos remontarnos a la Casa principal de los
Benavides, Santisteban del Puerto, cuando en la segunda mitad del siglo XIV fue
dada en Señorío a Men Rodríguez de Benavides por Enrique
II Trastamara.
Los Robledos estaban perfectamente estructurados en tres
divisiones menores de la finca que eran Los Cortijos y Tierras del Cortijo Alto de los Robledos,
El Cortijo
del Granero y El Cortijo Bajo de los Robledos, este
último hoy desaparecido y que se ubicaba en los llamados Cerrillos del Conde.
A la usanza de siglos los Jabalquinto disponían Los
Robledos desde sus Estados a través de su llamada Administración de Las Navas de
San Juan la cual como apoderada arrendaba y gestionaba las
rentas de las tierras.
De esa Manera encontramos que en 1.840 Don Pedro de Alcántara Téllez-Girón
y Pimentel, 9º Marqués de Javalquinto y Príncipe de Anglona y
en su nombre Don Lorenzo de Azpiroz, vecino de Las Navas y apoderado del
Señor Príncipe arrienda, mediante instrumento publico, los Cortijos Alto de Los
Robledos, El Granero y Bajo de Los Robledos a Miguel Ruiz Ochoa, Gabriel Sagra Morante (el
abuelo de nuestro tatarabuelo) y a Simón Mercado López respectivamente
(Suponemos Miguel y Simón al igual que Gabriel de Santisteban del Puerto),
instrumentos públicos autorizados... continuara...
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Ficha del IX Marques de Jabalquinto en la Real Academia de
la Historia.
Biografía escrita por Francisco Javier Gutiérrez Núñez, procedente
del Diccionario Biográfico Español:
Quiruelas de Vidriales (Zamora), 15.X.1786 – Madrid,
24.I.1851. Militar, político, teniente general, presidente del Senado.
Nació en el seno de la familia ducal de Osuna. Fue bautizado
el mismo día 15 de octubre de 1786, en la iglesia parroquial de San Juan de los
Caballeros, de Benavente (Zamora), por Agustín González Pisador, obispo de
Oviedo. Era hijo de Pedro de Alcántara Téllez Girón y Pacheco, IX duque de
Osuna, y de María Josefa Alfonso Pimentel, condesa-duquesa de Benavente y
duquesa de Arcos, entre otros títulos.
Su infancia y parte de su juventud la pasó en el palacio que
tenían los duques en la Cuesta de la Vega (Madrid), residencia ducal desde mayo
de 1781. Su padre encomendó su educación al sacerdote y luego político liberal
Diego Clemencín, que posteriormente fue diputado en las Cortes de Cádiz (1813),
ministro de Ultramar y Gobernación (1822), y presidente de las Cortes (1823).
Fue de las personas que más influyeron en la formación de su pensamiento y
talante liberal.
A temprana edad, fue nombrado cadete de las Reales Guardias
Españolas de Infantería Española, el 14 de enero de 1789, contando ya su
antigüedad en el Ejército. Al margen de sus condiciones innatas para la carrera
castrense, ésta fue una opción que diseñó su propio padre como “segundón” de la
Casa ducal.
La cual sin duda se dilató por sus escasas posibilidades a
heredar los principales títulos y mayorazgos de la misma.
Al poco tiempo, contando sólo con ocho años, fue nombrado
capitán agregado del Regimiento de Infantería de América, en concreto el 23 de
enero de 1793.
Dicho nombramiento fue una gracia real por los servicios
militares y diplomáticos prestados por su padre a Carlos IV, quien, además,
ostentaba la coronelía de dicho regimiento.
Su progresión era continua, obtuvo el grado de teniente
coronel ad honorem, el 13 de mayo de 1795.
Y por Real Cédula fechada en San Ildefonso, el 14 de agosto
de 1796, fue nombrado caballero de la Orden de Santiago. También llegaría a ser
caballero de la Orden de San Juan.
Contaba tan sólo con doce años, cuando su padre, fue
nombrado, a finales de 1798, embajador español en Viena, con objeto de
sustituir al conde del Campo de Alange. La familia Téllez Girón al completo,
incluidos sus hijos menores, partió desde Madrid el 26 de enero de 1799, y llegó
a París el 15 de marzo de 1799, instalándose en el palacio de los duques del
Infantado.
Las circunstancias políticas del momento motivaron que el
ministro austríaco de Asuntos Exteriores, se negara a recibirlo como nuevo
embajador en la Corte vienesa, y se prolongara la estancia en la capital
francesa. En esos momentos Francia pasaba por su Revolución, los “Osuna” serían
testigos de la agonía del “Directorio” (1795-1799) y el golpe de estado del 18
de Brumario, que daría paso al Consulado (1799- 1804); su casa fue frecuentada
por personajes importantes del momento, como Talleyrand o Sieyés. La familia se
mantuvo en París gran parte del año 1799, pues hasta el 4 de diciembre no
iniciarían el regreso, llegando a Madrid el 7 de enero de 1800.
El joven Anglona fue nombrado capitán agregado de Dragones
de la Reina, el 10 de marzo de 1804, nombramiento con el cual realmente
iniciaba su carrera militar.
Formó parte de las tropas españolas que acompañaron a la
infanta española María Luisa en su toma de posesión del Trono del nuevo Reino
de Etruria (Toscana), las cuales tuvieron orden de marchar el 5 de diciembre de
1805, bajo el mando de Gonzalo O’Farrill. Él iba en calidad de su ayudante de
campo.
Entraron en territorio francés por La Junquera, el 3 de
enero de 1806, llegando a finales del mes de febrero a la Toscana, donde
permanecerían hasta abril de 1807. Le deslumbraría Italia por su pasado
histórico y artístico. Durante su estancia visitó Venecia y Roma, asistiendo a
los estudios de dos artistas de primera fila de la época, Canova y Camucini.
Fue nombrado teniente coronel de Dragones del Rey, el 9 de
marzo de 1807, y con la disolución en abril de 1807 de la “División de
Etruria”, regresó a Madrid. Poco tiempo le duró el nombramiento, ya que
inmediatamente pasó a ser teniente coronel del Regimiento de Pavía, desde el 4
de abril de 1807, a las órdenes del coronel Jáuregui. Con dicho regimiento
marchó, a inicios de 1808, hasta El Puerto de Santa María, llevando el mando
completo del mismo por comisión de dicho coronel.
En Cádiz se sintieron también los ecos de los sucesos
madrileños del 2 de mayo de 1808. En la capital gaditana la sublevación popular
tuvo como objetivo los restos de los buques franceses atracados en la bahía
desde la batalla de Trafalgar. El gobernador de la ciudad, el general Solano,
intentó oponerse al levantamiento.
Anglona se ofreció para calmar el orden público, y le
propuso entrar en la ciudad con su regimiento y cargar contra los amotinados en
las calles.
Sin embargo no actuó. El motín popular terminó por estallar
al recibirse la noticia del alzamiento de Sevilla, Solano fue asesinado en uno
de los disturbios del día 29 de mayo de 1808.
El joven militar pasó a integrar el Ejército que formaba el
general Castaños, y estando en la villa de Utrera, donde se concentraba el
reclutamiento, obtuvo en propiedad la coronelía del Regimiento de Pavía, el 10
de julio de 1808. Dicho regimiento estaba compuesto por cuatrocientos cuarenta
caballos espléndidos y muy bien equipados, y además tenía una brillante
oficialidad. Esta razón explica que fuera destinado a la vanguardia del
Ejército de Andalucía, emprendiendo su marcha hasta Andújar.
Estuvo en la toma de los Visos de Andújar, y en la batalla
de Bailén (19 de julio de 1808). Intervino en las capitulaciones pactadas con
el general francés Dupont, y recibió la comisión especial de formar la escolta
de dicho general; la cual llevaría a cabo uno de los escuadrones de su
regimiento, al parecer por petición expresa del mismo Dupont.
El Ejército siguió avanzado a lo largo del resto de año,
desde tierras giennenses hacia el norte, ocupando La Mancha, y posteriormente
Madrid. Entró al frente de la vanguardia del Ejército que recuperaba la
capital.
Continuando con el avance, su Regimiento estuvo en las
alarmas de Armedillo, Tudelilla y la Barra de San Adrián, en la línea del río
Ebro. Al tomar los franceses Calahorra (La Rioja), el frente se desplazó hasta
Navarra. La contraofensiva de los generales de Bonaparte estaba en marcha, y
sería continua y constante; estaría presente en las batallas de Tudela y
Cascante (23 de noviembre de 1808), donde se produjo una desordenada retirada
del Ejército hispano.
La ofensiva lanzada por el mariscal Víctor provocó el
repliegue de las tropas españolas hasta Uclés (Cuenca), donde se desarrolló una
nueva batalla (13 de enero de 1809). Durante la misma, Anglona ayudó a evitar
la completa dispersión durante la retirada, y con su defensa logró salvar parte
de infantería que presentaba un gran desorden durante su huída.
Recibiría un balazo que le causó una herida de poca
consideración.
Posteriormente formó parte del Ejército del Centro, pasando
a La Mancha, bajo el mando del duque de Alburquerque; el cual con la mitad de
dichos efectivos inició una expedición por la provincia de Toledo, con el
objetivo de distraer a los franceses, ante la operación que estaban proyectando
sobre Extremadura.
En este contexto destaca el combate de Mora (18 de febrero
de 1809), durante el cual los Regimientos de España y Pavía lograron expulsar a
seiscientos Dragones franceses dirigidos por el general Dijon; causándoles
numerosas bajas, y tomando ochenta prisioneros.
Se destacó en las acciones de Mora y Consuegra (Toledo), los
días 18 y 22 de febrero de 1809.
A inicios de marzo, el 2 de marzo de 1809 obtuvo el grado de
brigadier y se le confirió el mando de la IV División de la Caballería del
Ejército del Centro, ordenándole Alburquerque atacar por el camino de Yébenes
hasta Mora, teniendo un encuentro con la Caballería francesa a la altura de
Manzaneque, a la cual puso en retirada.
Sin embargo, el avance francés era continuo. Al mando de su
División estuvo del 25 al 28 de marzo de 1809, defendiendo a las villas de
Malagón, Ciudad Real y Visillo, de las instigaciones francesas.
En el último ataque, comenzó la Caballería española, que se
hallaba en Santa Cruz de Mudela, una desordenada retirada ante la persecución
francesa.
Anglona logró mediante un contraofensiva parar el avance de
los galos, logrando liberar la artillería ya abandonada y que la infantería y
Cuartel General que se hallaba en el Viso se retirara hasta el Puerto del Rey
(Toledo).
A mitad del mes de abril de 1809 fue trasladado al Ejército
de Extremadura, encargándosele el mando interino de la División de Caballería
bajo las órdenes nuevamente del duque de Alburquerque. Tomaría el mando de
dicha División, de forma interina, en dos ocasiones que separó su superior, la
primera por tiempo de un mes.
Las tropas inglesas, al mando de sir Arthur Wellesley
(futuro lord Wellington) se unieron a las españolas, en los llanos situados
entre Oropesa y Talavera, de cara a un nuevo combate. El duque de Alburquerque
se encargó de nuevo de su División, y a Anglona se le entregó la Brigada Ligera
de Caballería, con la cual y como coronel de Pavía, formó parte de la II
División de Caballería a las órdenes de dicho duque, que tomó parte en la
batalla de Talavera, los días 27 y 28 de julio de 1809.
A los pocos días, el 8 de agosto, Anglona tuvo que defender
el puente del Arzobispo sobre el Tajo, de los ataques del mariscal Soult,
estando expuesta su brigada al fuego de la artillería francesa, causándole
muchas pérdidas. Ante la nueva ausencia de Alburquerque, tomó por segunda vez
el mando de la División de Caballería.
Logró un nuevo ascenso, pasando a ser mariscal de campo, el
12 de agosto de 1809. Al mes siguiente, el 13 de septiembre se le ordenó
conducir al Ejército de Castilla mil doscientos caballos, con el fin de
reforzar dicho ejército. Tuvo que ocultar su marcha a los franceses que estaban
posicionados en los pasos de la sierra de Gata, debido a lo cual marcharía
hasta Portugal, atravesando su territorio durante siete días. Finalmente pudo
agregarse en Fuenteguinaldo (Salamanca), al Ejército de la Izquierda al mando
del duque del Parque.
Sin tener destino dentro de este Ejército, a instancias del
duque del Parque, mandó la caballería durante la batalla de Tamames
(Salamanca), el 18 de octubre de 1809, formando parte del ala izquierda de la
formación, contra las tropas francesas bajo el mando del general Marchand.
A los pocos días fue nombrado comandante general de la
Caballería del Ejército de Cataluña, cargo que no pudo desempeñar debido a los
acontecimientos.
Siguió de forma transitoria bajo las órdenes del duque del
Parque, y así intervino en la desafortunada batalla de Alba de Tormes, de 28 de
noviembre de 1809.
Era el eco de la derrota de Ocaña (19 de noviembre de 1809),
que le abría las puertas de Andalucía al ejército francés, que llegaría hasta
las puertas de Cádiz.
Marchó hasta Cádiz con la idea de embarcarse hacia Cataluña
para tomar posesión de su nuevo destino, cuando el general Castaños suspendió
su marcha, ante el peligro en que se hallaba la plaza gaditana.
El duque de Alburquerque también marchó con su ejército a
Cádiz para evitar la entrada francesa en la ciudad. Con la entrada de dicho
cuerpo en la ciudad de San Fernando, el 10 de enero de 1810, Anglona fue de
nuevo destinado a él y se le entregó el mando de la II División. Su misión fue
supervisar la defensa del arsenal de la Carraca.
Con la llegada de tropas inglesas a la capital gaditana se
formó una expedición que desembarcó en Tarifa, al mando del teniente general
Manuel de la Peña.
Se libró la batalla de Chiclana o La Barrosa, el 5 de marzo
de 1811, estando el cuerpo central de la formación bajo el mando de Anglona. A
continuación se le nombró comandante general de la Caballería, pero se
suspendió su nombramiento y la orden de marcha de la misma, volviendo al mando
de la II División.
Durante esta estancia en Cádiz, contrajo matrimonio en dicha
ciudad el 7 de octubre de 1811, con María del Rosario Fernández de Santillán y
Valdivia (1795-1857). Era hija de Ignacio Fernández de Santillán y de Ignacia
Valdivia, marqueses de la Motilla y condes de Casa Alegre. De dicho matrimonio
le sobrevivirían tres hijos: Pedro de Alcántara (XIII duque de Osuna), Manuel y
Tirso.
Después de la batalla de Chiclana, fue destinado bajo el
mando del general Ballesteros, a las Divisiones del Campo de Gibraltar,
otorgándosele el mando de la III (conocida luego como “División Asturiana”),
con la cual pasó a operar al condado de Niebla. En su cometido de vigilancia de
la sierra de Ronda y parte de la provincia de Málaga, llevó a cabo la toma del
pueblo de Álora (14 de abril de 1812), y el desalojo del pueblo del Campillo
(25 de abril de 1812), durante el cual fue herido su amigo Santiago Méndez
Vigo.
Ante la iniciativa del mariscal Soult de fortificar Bornos
como plaza importante de la línea del Guadalete, Ballesteros intentó dificultar
los trabajos del enemigo, y salió con un contingente militar desde Gibraltar,
vadeando el río Guadalete. La batalla de Guadalete o Bornos se produjo el 1 de
junio de 1812.
Ballesteros ordenó desplegar la primera brigada de la
División de Anglona, en frente de la línea atrincherada de los franceses,
debido a lo cual sufriría el peso del fuego. El mismo Ballesteros tuvo que
rectificar y mandó retirarla, pero las pérdidas fueron de las mayores que tuvo
que contemplar Anglona de todas las unidades que estuvieron bajo su mando. De
los tres mil hombres que componían dicha División, se contabilizaron más de mil
entre muertos y heridos; de ellos cinco jefes, más de cincuenta oficiales, su
caballo sufrió dos balazos, fue herido su ayudante de campo y dos de sus
ordenanzas.
Dejaría el mando de la III División, y tomó el mando de la I
División, quedando de nuevo encargado de la vigilancia del Campo de Gibraltar y
parte de la Serranía de Ronda. Tuvo que defender la plaza de Tarifa ante una
incursión francesa en el Campo de Gibraltar. Unido al grueso del Ejército
comenzó la persecución de las tropas francesas, que iniciaron su retirada hacia
Granada. Así tomaría parte activa en la expedición hacia Osuna, plaza que era
tomada el 2 de septiembre de 1812. Al día siguiente, 3 de septiembre, atacó a
los franceses en Antequera, y en días posteriores en las inmediaciones de
Granada, y en la misma capital.
De nuevo regresó a Cádiz, donde fue destinado al Tercer
Ejército, del cual, a inicios del 1813, obtuvo el mando de su I División y de
la Caballería. Pasó a La Mancha, donde estuvo observando la ocupación de los
franceses de la primera línea del Tajo. Con el inicio de la campaña en mayo de
1813, el Ejército salió de sus cuarteles de Jaén, al mando del general
Ballesteros. Con su avance llegó hasta las provincias valencianas, a la
localidad de Castalla y a la línea del río Júcar, y el 13 de junio a
Carcagente, entrando el Ejército en Valencia el día 7 de julio de 1813.
Siguió hacia el norte, hasta Cataluña, siendo su División
destinada al bloqueo de la plaza de Tarragona, donde se acantonaron tropas
francesas al perder la región aragonesa. En dicho empeño estuvo un mes, pero
ante la aproximación de un gran contingente francés, pasó al Ejército del Ebro.
Tras verificar la orografía de los montes de Tivisa y la más cercana a Mora de
Ebro, aseguró la llegada del Ejército hasta Tortosa. En su bloqueo estuvo
veinte días.
De ahí pasó al sitio de Pamplona, con la División de su
mando, donde estuvo otros veinte días. En octubre de 1813 tuvo orden de tomar
el mando en jefe del Tercer Ejército, ante la retirada del general duque del
Parque, ya fatigado y enfermo. Terminado el sitio de Pamplona, se mantuvo con
sus tropas en dicha ciudad durante todo el invierno. En el inicio de la campaña
de 1814, desde Irún pasó el Bidasoa en abril de 1814, pasando la frontera y
entrando en Francia para auxiliar las tropas aliadas sitiadas en Bayona. El 12
de abril su guarnición salió de dicha plaza, logrando repeler los últimos
ataques franceses, lo cual permitió que afianzaran su posición las tropas
inglesas. Allí el 18 de abril se firmó un armisticio entre los mariscales
Soult, Suchet y lord Wellington, como preámbulo de la futura paz. Tras este
episodio volvió hasta la frontera, mandando el Tercer Ejército hasta su
disolución el 14 de julio de 1814, siendo destinado a cuarteles de Castilla-La
Mancha, con residencia en Madrid.
Su larga trayectoria durante la Guerra de Independencia
española se tradujo en la obtención de numerosas condecoraciones, como las
Cruces de distinción de la Batalla de Bailén, de Tamames, de Talavera, de
Chiclana, y del Tercer Ejército. El lema de esta última refleja su trayectoria
militar a lo largo de toda la Península Ibérica: “Vencedor desde el Estrecho al
Pirineo”.
Con el Imperio de los Cien Días, de nuevo recobró
protagonismo al ser nombrado el 30 de abril de 1815, 2.° general en jefe del
Ejército de la Izquierda, y entró con él en Francia de nuevo, cargo que mantuvo
hasta septiembre de 1815, pasando a Madrid.
Con la llegada de Fernando VII al Trono, inició una etapa de
ostracismo, al no compartir las ideas absolutistas.
Durante estos años recibió una importante confirmación para
su hacienda. El 3 de enero de 1818 el Consejo de Castilla dictó una Real Carta
Ejecutoria que le otorgaba la sucesión en el marquesado de Jabalquinto, con la
condición de la manutención vitalicia de su madre.
Con la llegada de los liberales al Gobierno durante el
Trienio Liberal (1820-1823), pasó a tener una destacada actuación política y
militar. Fue designado coronel del Primer Regimiento de Reales Guardias de
infantería, el 22 de marzo de 1820, cargo que dejó al ser nombrado consejero de
Estado, el 1 de mayo de 1820, formando parte de él como Grande de España,
concedida a título personal ese mismo año.
El 21 de mayo de 1820, falleció su hermano Francisco, XI
duque de Osuna. Sin embargo Anglona no tuvo opción a sucederlo en el ducado, al
precederle en la sucesión sus herederos: sus sobrinos Pedro (futuro XII duque)
y Mariano (futuro XIII duque). Sin embargo, su hijo Pedro Téllez Girón y
Fernández Santillán sería quien continuara la línea sucesoria, siendo XIII duque
de Osuna, tras el fallecimiento de su primo en 1882.
Con la entrada de los Cien Mil Hijos de San Luis, y el
restablecimiento de Fernando VII como monarca absolutista, tuvo que exiliarse
en 1823, sin poder regresar a España hasta el año 1831. Fernando VII siempre
sintió un intenso odio hacia Anglona, por causa de su adhesión a los principios
de la Constitución de 1812. Marcharía a Italia, donde estuvo varios años
dedicado al estudio de las artes y la historia.
La mediación de su esposa y de su madre ante Fernando VII
logró que pudiera regresar, fijándole el Monarca la residencia en Vitoria. El
25 de noviembre de 1833 fue nombrado capitán general de Granada.
Tuvo que contener a los partidarios carlistas. Su adhesión a
la causa isabelina frente al pretendiente carlista, motivó que la regente María
Cristina le restableciera en dicha Grandeza, el 28 de enero de 1834.
El 6 de abril de 1834 pasó a ser capitán general de
Andalucía. A los pocos días, el 1 de mayo de 1834, se publicó en la ciudad de
Sevilla, sede de la Capitanía, el Estatuto Real. Durante los meses
posterioreslas divisiones en el seno de los liberales fueron intensas,
adquiriendo gran protagonismo la Milicia urbana.
Tuvo que desplegar una constante lucha contra las partidas
armadas y el bandolerismo en el ámbito rural.
En función del Estatuto Real, fue nombrado, el 18 de junio,
miembro del Estamento de Próceres. Se dio apertura a las Cortes formadas por el
Estamento de Próceres y Procuradores, el 24 de julio. Sin embargo, a causa del
desempeño de su cargo de capitán general de Andalucía, no pudo asistir a la
sesión inaugural ni a las siguientes sesiones. Aunque realizó juramento en
Sevilla, de lo cual remitió certificación, no se le dio validez y tuvo que
jurar en su primera presencia en la sesión de 30 de diciembre de 1834.
Un problema que tuvo que afrontar fue la falta de efectivos
militares, ante el traspaso de tropas desde el sur hacia el Ejército del Norte,
con motivo de la Guerra Carlista. El día 30 de agosto de 1835, la Milicia
urbana acuartelada y armada, le solicitaría la reunión de Cortes Constituyentes
y el restablecimiento de la Constitución de 1812. Ante su amenaza de ser
considerada su acción de rebeldía, el levantamiento se reactivó y fue secundado
por personalidades de la ciudad. Se formó una Junta de gobierno de notables,
liderada por José Musso (gobernador civil), y por el marqués de la Concordia.
Una diputación de dicha Junta se entrevistó con él, la noche
del 1 de septiembre, y lo obligó a dimitir; acordando que Sevilla se
anexionaría al movimiento de demanda de la constitución de 1812 y entregaría la
capitanía general al marqués de la Concordia.
Tuvo que salir de la ciudad disfrazado, temiendo por su
vida. Volvería a Madrid, siendo aceptada su dimisión el 19 de septiembre de
1835, ocupando su asiento en el Estamento de Próceres.
Su madre fallecería el 5 de octubre de 1834, obteniendo la
definitiva posesión civil y natural del marquesado de Jabalquinto y sus
agregados, entre ellos una casa palacio en la calle Segovia, de Madrid.
Los sucesos de La Granja (1836) le afectaron y
momentáneamente marchó a Francia. Tras la calma, pasó a ser gobernador de Cuba,
desde el 7 de septiembre de 1839. Se embarcó de regreso el 5 de mayo de 1841,
pero no volvió a España, sino que recaló en Francia, por tercera vez,
residiendo en París. Durante su estancia realizó disposición testamentaria en
la embajada española, el 2 de abril de 1843, en forma de declaratoria militar, modalidad
que le permitía la legislación en base a su grado de teniente general.
En cuanto a su pensamiento político tuvo que ir virando
desde posturas liberales más progresistas hasta otras más moderadas, llegando a
ser un convencido liberal moderado, partidario de la Monarquía constitucional,
de la “regularidad” y del “orden”. Esto quizás explique que regresara a finales
del año 1843, agonizando ya la Regencia de Espartero, y que a partir del
triunfo de los liberales moderados liderados por el general Narváez, en las
elecciones de mayo de 1844, volviera a tener cargos políticos de relevancia, fue
nombrado senador del Reino, como Grande de España que era, por Real Decreto de
15 de agosto, cargo que juró el 17 de diciembre de 1845.
Por Decreto fechado el 7 de marzo de 1846, le fue concedida
la Gran Cruz de Carlos III, y nombrado caballero de la Orden de Carlos III, el
6 de mayo de 1846. El monarca francés le otorgó, durante su estancia en París,
la Gran Cruz de la Legión de Honor.
Fue vicepresidente del Senado, durante cuatro legislaturas
seguidas: 1847-1848, 1848-1849, 1849-1850 y 1850-1851. Durante las cuales fue
siempre presidente su amigo y biógrafo, Manuel Pardo y Fernández- Pinedo,
marqués de Miraflores.
En su carrera como senador fue miembro de numerosas
comisiones, algunas de las cuales presidió. En la legislatura de 1835-1836, fue
presidente de la comisión de reconocimiento de títulos y documentos de los
próceres; en 1848 fue presidente de la comisión del Canal de San Fernando, y de
la comisión de aprobación de un empréstito forzoso de 100 millones de reales.
Su dedicación a las artes le llevó a ser el segundo director
del Museo del Prado, y al fallecer era el primer director de la Real Academia
de Nobles Artes de San Fernando, y miembro honorario y de número de la Real
Academia de la Historia. Falleció el 24 de enero de 1851 en su palacio de la
calle Segovia (Madrid).